La filosofía
de la ciencia es una disciplina muy interesante, en ella es donde se estudian
las diferentes posturas epistemológicas con respecto al conocimiento
científico. Muchos autores hablan de filosofía de la ciencia y de epistemología
como una misma cosa, yo en lo particular creo que hay diferencias que hacen a
una más general y otra más específica; aunque ambas abordan el problema de la
ciencia, sus fundamentos y el carácter de sus productos (conocimiento). Es como
hablar de estética y filosofía del arte, la primera es una disciplina
filosófica que estudia el arte, entonces la estética es filosofía del arte,
aunque una filosofía del arte supone cosas que no se pueden resolver en la
estética, por ser esta ya muy antigua, por ejemplo qué pasa con el arte no
documentado (el happening o performance) se requieren otras alternativas de
análisis que la estética tradicional quedó corta. Lo mismo pasa con la
epistemología, que es una disciplina filosófica que estudia el conocimiento
científico; es decir es una filosofía de la ciencia, pero qué ocurre con
ciencias posmodernas que no quedan muy claras sus posturas epistemológicas y
que bien pudieran rayar en pseudociencias o en tradiciones, pues a la hora de
tratar de enmarcarlas se echa mano de recursos filosóficos más estrictos que no
siempre concuerdan con la epistemología.
Sin
embargo, en los ejemplos anteriores hay una gran coyuntura; el arte se ha
distinguido por ser libre, ha superado las tradiciones, las escuelas, las
técnicas y a los propios artistas, se ha desbordado y los estetas (filósofos
que estudian el arte) sólo lo han visto transformarse; en el caso del
conocimiento científico, los filósofos de la ciencia (epistemólogos) le han
puesto los suficientes candados teórico-metodológicos que hasta el día de hoy
todo conocimiento científico tiene ontológicamente las mismas características,
aunque epistemológicamente diferencias sustanciales, es decir, dentro de la
ciencia todos los caminos posibles son muy diferentes, extravagantemente
diferentes, pero, el gran pero, todos esos caminos llegan a lo mismo,
metodologías que conducen respuestas lógicas, razonadas, a veces medibles y siempre
cuestionables e inamovibles hasta que ellos mismos digan lo contrario.
Como
veras el arte y la ciencia son hermanos, por eso la investigación es la parte
más aburrida del arte; y el arte la parte más desordena de la ciencia. Pero
ojo, el arte no es ciencia y la ciencia no es arte.
Hablando
de arte posmodernista, sabemos que no necesariamente debe haber un objeto
visual palpable para que algo sea una obra de arte. Lo que antes
de la era del postmodernismo era considerado como arte, dado que la
cualidad artística la dictaminaba la calidad mimética del objeto en relación
con la porción de la realidad que plasma; no es ahora una realidad en los
parámetros artísticos, dado que un nuevo postulado en arte nos indica que no es
necesario un objeto palpable, lo que da como resultado que no se pueda enseñar
más arte por medio de los ejemplos. Lo que por supuesto nos indica que
cualquier cosa sería arte, en medida en que las apariencias fueran importantes,
y si se tuviese que hacer un estudio sobre qué es el arte sería necesario un
estudio desde la Estética que propone un estudio a partir de la experiencia
sensible hacia el pensamiento filosófico.
Las obras
de arte postmodernistas pueden por
consiguiente parecer cualquier cosa; dado que se desprenden de las
características visuales particulares que deberían tener según los juicios
axiológicos de la Estética. Las pinturas no fueron más ventanas hacia las
escenas imaginadas, sino objetos con derecho propio, aún cuando hubieran sido
considerados como ventanas. En palabras de A. C. Danto quien ve con la llegada
de la Filosofía al arte el fin de lo visual, es decir, para que exista el arte
no es necesario la existencia de un objeto, y si bien hay objetos en las galerías,
estos pueden parecer cualquier cosa.
Las
condiciones que presentaba la obra de arte para ser comprendida, eran
sencillas, es decir, fácilmente entendibles, no hubo por parte del espectador
un traslape de categorías; una obra mimética de una realidad cotidiana ya fuera
real o imaginaria. La ruptura del arte postmoderno con la forma, el estilo y la
separación casi imposible del objeto provocó que la crítica no fuera suficiente
para entender el arte nuevo. Entonces sobrevino una negación del arte; es de
suponerse que los espectadores masivos no entendieran -y sigan sin entender- el
arte nuevo. La obra artística postmoderna tiene en si misma un peso de
autoridad, es decir, cuando el espectador viene ante la obra, ésta por
antonomasia es, y no es por que el espectador lo crea o deje de creerlo, de
manera que si el que observa la obra, la entiende y no le gusta, este es
superior a la obra y no por ello desarrolla un sentimiento de rechazo hacia la
obra, es decir, no la desvirtúa, simplemente acata un equilibrio estético que
le permite observar, valorar y emitir un juicio axiológico sobre ella. Sin
embargo, cuando el espectador esta ante una obra desconocida, sin fronteras,
que se desborda y que incluso rebasa el concepto artístico, hay un total desconocimiento
del significado –puesto que en el arte postmoderno se estudia el significado
antes que la figura- se provoca un sentimiento de repudio puesto que la obra es
superior al espectador y este no es capaz de entenderla y por su ignorancia la
proclama anti-estética.
Es así
que la filosofia del arte, aborda los problemas ontologicos del objeto, que
vuelto contra una realidad parcial es contradictorio; es decir, una razón del
ser en un objeto congnoscible.
Ante lo
anterior, propongo un reencuentro con el estudio profundo de qué es el conocimiento
y de la expresión estética, pero ambos bajo la perspectiva de la posmodernidad.
Por algo dicen los filósofos que la estética es habitar el mundo poéticamente,
y que la realidad es una construcción social. Entonces, aprendamos a construir
nuestra realidad a partir de una estructura libre y armónica.
Dante Limón
Dante Limón es egresado de la Facultad de
Filosofía y Letras, de formación científico de la información. Máster en
Educación Superior por la UACH. Actualmente doctorando en Comunicación por la
Universidad de Sevilla. Entre los principales objetivos se encuentra el
consolidar una carrera como investigador y docente formador de investigadores;
además de escritor literario.
Aficionado a la lectura y a la música.
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