“El
papel y las funciones de la universidad en la producción y reproducción del
conocimiento”.
A lo
largo del tiempo y aún desde sus inicios, la visión y misión de la universidad
ha sido y será la de generar conocimiento para contribuir al desarrollo y bienestar
de la sociedad. Su génesis se remonta varias centurias atrás, en la renaciente
Italia. Pujando y esforzándose por salir del lúgubre oscurantismo, la
universidad se abría paso para cumplir su función social, esto es entre otras
muchas, la de contribuir al alcance de ideales y valores así como erradicar la
ignorancia y propugnar por el saber.
Es
de llamar la atención incluso, que aún Machiavelo hace una reflexión acerca del
negocio, que etimológicamente significa la negación del ocio, y que además nos
permite darnos cuenta de que forma había una necesidad y un hambre por estar
ocupado en la adquisición de nuevos conocimientos.
Esto
dará como consecuencia a nosotros como docentes, ubicar el papel de la
universidad en la función y reproducción del conocimiento. Independientemente y
cualquiera que sea la clasificación de la ciencia, a través de ésta es posible
que la confrontemos con los retos y necesidades que surjan y se pueda en la
medida de lo posible, tener la capacidad de sensibilizar al individuo a que
éste pueda ser educado y por lo tanto, adquiera cierta conciencia civil y estar
más sensibilizado en seguir buscando explicaciones más objetivas a una gran
diversidad de fenómenos y acontecimientos cotidianos.
Solamente
a través de la investigación será posible generar más conocimiento. Pero
podríamos adoptar una postura de conformismo y delegar esa responsabilidad a
quien le corresponde, esto es a saber, a los doctos e instruidos, que con su
sapientísima perspicacia, dedican su tiempo y su esfuerzo a la investigación.
¡Cuán equivocados estamos!, pensar que solamente algunos poseen la capacidad
para introducirse a este fascinante mundo, que con tan sólo un poco de buena
actitud y disposición se podría llevar a cabo este quehacer científico. No cabe
duda que cada uno de nosotros que fungimos como docentes, tenemos un excelente
recurso humano y apoyo en nuestros alumnos.
Es
también de hacerse notar el desarrollo que la universidad ha tenido durante su
existencia. Expedición de licencias para la enseñanza, apertura a “todas” las
clases sociales, que posteriormente tuvo que ser normada, actualización de
materias, cambio de “ideologías” ancladas en ideas religiosas, suplantadas por
otras como la ciencia, etcétera, son algunos de los cambios efectuados que
permiten ver la evolución de las instituciones de enseñanza superior.
Nos
corresponde a nosotros como parte de nuestra alma mater ser partícipes de este
nuevo cambio que se está gestando. Siendo honestos, la mejor revolución que
podemos reconocer no es la de los maestros disidentes que marchan por las
grandes avenidas levantando un puño y gritando consignas contra lo que
consideran violentan sus conquistas sindicales o cualquier desacuerdo a la
reforma educativa. Tampoco la postura del docente será la de la muy trillada
expresión, “hacen como que me pagan, hago como que trabajo”. Se debe reconocer
la actitud que mostraron aquellos grandes pensadores mexicanos del Ateneo de la
Juventud, que con un gran vigor y una gran visión, lograron sacar del letargo a
aquellos conformistas latifundistas que apostaban a que la riqueza estaba
solamente en un pedazo de tierra. O aquellos que tenían el poder, que se
aferraban a la silla y se enseñoreaban de aquellos ignorantes que eran
manipulados llevados por doquier para engrosar las filas de los acarreados.
Estos apostaron por una mejor revolución, la de la educación, la que trajo como
consecuencia que hubiera más pensadores, que se solidificara la enseñanza superior
y se reconociera a la UNAM como la máxima casa de estudios de nuestro país.
Allí radica el éxito, allí está la solución, necesitamos reconocer que un país
con personas educadas es un país que generará progreso, generará riqueza, generará
inversión. Países que supuestamente estaban también en un letargo, ahora
despiertan como poderosos gigantes que educan a su gente, capacitan a sus
habitantes para que salgan y establezcan negocios alrededor del mundo. Nadie
apostaba por países como China e India que con tantos problemas de pobreza y
sobrepoblación, ahora apuntan sus baterías a la educación, demostrando que
solamente a través de esta estrategia se puede salir adelante. Mucho nos
corresponde hacer en lo que nos concierne a nosotros como “profesionales de la
educación”, si es que lo somos. El compromiso está, aquí en nuestra parcela,
con nuestros jóvenes, en nuestro entorno, con los recursos, limitados o
ilimitados que tengamos, es tiempo de salir de la pasividad y entrar al
dinamismo de un mundo cada vez más globalizado, más activo, más dinámico, más
educado.
Federico Rubén Lira Ramos